miércoles, 5 de diciembre de 2012

ESPECIAL JUAN DE MESA


Juan de Mesa es un imaginero que fue muy conocido durante el siglo XVII pero que luego paso a ser un desconocido hasta finales del siglo XIX cuando el imaginero Bermejo en 1882 lo cita de forma colateral al hablar del Cristo de las Misericordias que está en la Iglesia de Santa Isabel ya que podemos considerarlo como uno de los grandes misterios de la imaginería sevillana.
¿Quién es Juan de Mesa?
Bastaría con decir que es el autor del Gran Poder y eso nos sobraría para decir que es un imaginero de los más grandes de la historia.
Bastaría mirar sus obras para decir que el hombre puede llegar más lejos que el arte impone. Pero muy poco se sabe de su vida.
Juan de Mesa nace en Córdoba en 1583 y con 23 años ingresa en el taller de Martínez  Montañés en Sevilla, como aprendiz. El maestro que al mismo tiempo que le había enseñado el oficio le eclipsaría su obra durante siglos.
Posiblemente nos encontraremos ante uno de los personajes más enigmáticos de la Semana Santa porque Mesa  camina entre la estrecha línea que separa la gloria del desconocimiento más absoluto. La fama que tuvo durante tiempo quedo condenada al olvido y es quizás ese olvido lo que atormenta a tantos historiadores que se han preguntado como la memoria del autor del gran poder quedo enterrada a los ojos del mundo.
A Juan de Mesa le ocurre como a todos los autores que trabajan  en el taller de Montañés, que los discípulos por muy aventajados que fuesen quedan a la sombra del maestro. Precisamente nada se sabe de él en los siglos posteriores a su muerte, siendo sus obras atribuidas a su maestro y quizás la historia simplifico tanto su nombre hasta el límite de no existir ni siquiera para los que coincidieron en su época.
Y aunque Juan de Mesa o Francisco de Ocampos contratasen mucho y muy bueno la historiografía artística desde comienzos del siglo XVIII hasta el redescubrimiento de estos autores a comienzos del XX nos dice la importancia de la figura de Montañés.
¿Por lo tanto era Montañés un altanero que no soportaba que sus discípulos fuesen mejor que él? La respuesta es SI.
Montañés era una persona con un carácter fuerte por no decir hasta violento por lo tanto le tuvo que fastidiar mucho que tuviese un discípulo que le superase. Pero cabe la posibilidad de que Mesa desapareciese debido a la realización de una obra que le dio una cantidad de dinero bastante considerable.
¿Cómo era la realidad en un taller del siglo XVII?
Mesa entra en taller siendo ya adulto con 23 años,  cuando lo normal era entrar con 15 o 16 años ya que en un taller no solo era aprender un oficio o conseguir el título de imaginero sino que era un apadrinamiento, es decir, se firmaba un contrato en el cual se ponían las prendas que se le iban a dar, la manutención etc.… es decir era como ser un hijo adoptivo. El aprendizaje duraba 4 años y entonces se le deba el titulo.

SU OBRA
Juan de Mesa se inicia como imaginero en 1615 con una escultura de San José con el Niño, obra concertada con fray Alonso de la Concepción para realizar en blanco -sin estofar ni encarnar-, pues su policromía corresponde a una actuación posterior del siglo XVIII, para la Iglesia de Santa María la Blanca.
Después de algunas obras menores comienza y se consolida su etapa más importante como gran imaginero, que va de 1618 a 1623.
Durante todo ese tiempo hace el Cristo del amor, el de los estudiantes, el gran poder, nazareno de la rambla, de osuna, el Cristo de Vergara, la virgen de la Piedad de Córdoba o incluso un crucificado para Lima (Perú).
Es por lo tanto un autor muy prolífico pero olvidado hasta el siglo XX. Este olvido es un autentico misterio, porque tenemos que recordar que fue un autor que triunfo en su momento, contratándolo no solamente hermandades sino también importantes congregaciones como la de los Mercedarios o la de los Jesuitas. Por lo tanto podemos decir que Juan de Mesa tiene un mecenazgo bastante importante.
Pero las razones de su posible olvido pueden ser su temprana muerte en 1627 de tuberculosis y también que tiene un maestro que eclipsaría todas sus obras ya que desde esa época todas las demás obras de imaginería barroca que se hacen en España copian el estilo de Montañés, por lo tanto tenemos que esperar hasta 1927 cuando se abre el archivo de Protocolo de Sevilla y se empiezan a descubrir documentos.
Cuando Mesa abandona el taller de Montañés lo primero que hace es el Cristo del Amor de 1618. Un Cristo con una personalidad tremenda en cuyo contrato el Cristo había de ser tallado en madera de cedro y de roble la cruz, también decía que el maestro se comprometía a realizarlo personalmente y que si a su entrega la hermandad no estuviese conforme podría demandarlo. Por lo tanto comprobamos de Mesa que él tiene un sentido de la perfección absoluto diciendo no levantare mi mano  de la pieza mientras lo esté trabajando y al mismo tiempo tiene el sentido de la humildad de decirle a la hermandad si no os gusta me lo devolvéis o incluso me podéis llevar a la cárcel.
El Cristo es duro, corpulento, con una nariz aguileña que está muerto y sus ojos se clavan al suelo.
Este primer Cristo es un golpe de efecto ya que es la primera obra que realiza fuera del taller de Montañés. Se rompe con lo que se tiene y es algo valiente.
La cabellera del Cristo del Amor tiene una profundidad en el golpe de gubia absolutamente espectacular que no se da en ningún otra imagen de Juan de Mesa.
El siguiente Cristo que realiza es el Cristo de la Buena Muerte que hoy en día es el titular de la Hermandad de los Estudiantes.
No tiene nada que ver un Cristo con otro pero tienen muchas diferencias.
Primero es un Cristo que se hace para un oratorio, mientras que el Cristo del amor es un Cristo rectilíneo, muy largo con los brazos caídos que si le quitásemos los clavos se nos abalanzaría a nosotros abrazándonos ya que es un Cristo hecho para un retablo.
Como el de la Buena Muerte es para un oratorio es más pequeño, lo tenemos más cerca, teniendo una línea de cadera totalmente libre, con un paño de pureza de amplios pliegues. Es un Cristo que se hace para reflexionar por eso tiene que estar suave y dulcemente dormido.
Este Cristo es un encargo de los Jesuitas, comprendiendo con este crucificado la imaginería posterior al Concilio de Trento. Los jesuitas intentan conseguir imágenes que nos muevan a la contemplación, siendo San Ignacio de Loyola el primero que nos dice que tenemos que hacer ejercicios espirituales delante de las imágenes.
Es decir el Cristo del amor se hace para procesionar  y este no
Otra imagen es el Cristo de la Conversión que produce  un giro de 180 grados. Es un Cristo vivo, consiguiendo crear un movimiento y esta obra tiene su continuación en el Cristo de Vergara que está en Euskadi. Se le considera a esta imagen como el Gran Poder crucificado.
Y en 1621 nace el Gran Poder. En este momento es consciente Juan de Mesa de lo que ha hecho. Pues evidentemente no pero es muy difícil tallar una imagen de esa profundidad sin tener muy claro lo que estaba haciendo, pero él quería transmitir al mundo que el que viera esta imagen tiene el poder absoluto para modificar tu vida y tu redención y eso se demuestra en la zancada, en la forma del cuello, en la forma de caer la cabeza ya que es una cabeza desproporcionada, su zancada es imposible, está comprobado científicamente que esa zancada con el peso de la cruz produciría caídas constantes.
Es un nazareno que produce una autentica revolución en la ciudad hispalense y esto hace que la ciudad cordobesa de La Rambla le encarguen una imagen parecida a esta que se considera el Hermano del Gran Poder.
Por lo tanto podemos considerar a este autor como el IMAGINERO DEL DOLOR
Otras obras atribuidas es la virgen del Valle
Sus imágenes de santos, como el San Juan procedente de la Cartuja de las Cuevas (1624) o el San Ramón de los Mercedarios de Señor San José (1626), ambos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, mantienen personales características a lo largo de su carrera. Y ello a pesar de que ésta no se produce mediante un recorrido lineal y uniforme, sino dividido en ciclos de febril actividad, separado por periodos de silencio. Algunos atribuyen las fases de inactividad a crisis repetidas de una enfermedad crónica que le atenazó hasta desembocar en una muerte relativamente temprana.
El realismo es la otra gran aportación de la estética de Juan de Mesa. El padre Ceballos lo ha destacado con agudeza al comentar las figuras de los santos jesuitas Diego Kisai, Juan de Goto y Pablo Miki, procedentes de la Casa Profesa. Realizadas en 1627 para celebrar la beatificación de estos mártires japoneses, Mesa se inspiró en personas reales, consiguiendo tres espléndidos retratos, especialmente el del último.

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