Juan de Mesa es un imaginero que fue muy conocido durante el
siglo XVII pero que luego paso a ser un desconocido hasta finales del siglo XIX
cuando el imaginero Bermejo en 1882 lo cita de forma colateral al hablar del
Cristo de las Misericordias que está en la Iglesia de Santa Isabel ya que
podemos considerarlo como uno de los grandes misterios de la imaginería
sevillana.
¿Quién es Juan de Mesa?
Bastaría con decir que es el autor del Gran Poder y eso nos
sobraría para decir que es un imaginero de los más grandes de la historia.
Bastaría mirar sus obras para decir que el hombre puede
llegar más lejos que el arte impone. Pero muy poco se sabe de su vida.
Juan de Mesa nace en Córdoba en 1583 y con 23 años ingresa
en el taller de Martínez Montañés en Sevilla,
como aprendiz. El maestro que al mismo tiempo que le había enseñado el oficio
le eclipsaría su obra durante siglos.
Posiblemente nos encontraremos ante uno de los personajes más
enigmáticos de la Semana Santa porque Mesa
camina entre la estrecha línea que separa la gloria del desconocimiento más
absoluto. La fama que tuvo durante tiempo quedo condenada al olvido y es quizás
ese olvido lo que atormenta a tantos historiadores que se han preguntado como
la memoria del autor del gran poder quedo enterrada a los ojos del mundo.
A Juan de Mesa le ocurre como a todos los autores que
trabajan en el taller de Montañés, que
los discípulos por muy aventajados que fuesen quedan a la sombra del maestro.
Precisamente nada se sabe de él en los siglos posteriores a su muerte, siendo
sus obras atribuidas a su maestro y quizás la historia simplifico tanto su
nombre hasta el límite de no existir ni siquiera para los que coincidieron en
su época.
Y aunque Juan de Mesa o Francisco de Ocampos contratasen mucho
y muy bueno la historiografía artística desde comienzos del siglo XVIII hasta
el redescubrimiento de estos autores a comienzos del XX nos dice la importancia
de la figura de Montañés.
¿Por lo tanto era Montañés un altanero que no soportaba que
sus discípulos fuesen mejor que él? La respuesta es SI.
Montañés era una persona con un carácter fuerte por no decir
hasta violento por lo tanto le tuvo que fastidiar mucho que tuviese un
discípulo que le superase. Pero cabe la posibilidad de que Mesa desapareciese
debido a la realización de una obra que le dio una cantidad de dinero bastante
considerable.
¿Cómo era la realidad en un taller del siglo XVII?
Mesa entra en taller siendo ya adulto con 23 años, cuando lo normal era entrar con 15 o 16 años
ya que en un taller no solo era aprender un oficio o conseguir el título de
imaginero sino que era un apadrinamiento, es decir, se firmaba un contrato en
el cual se ponían las prendas que se le iban a dar, la manutención etc.… es
decir era como ser un hijo adoptivo. El aprendizaje duraba 4 años y entonces se
le deba el titulo.
SU OBRA
Juan de Mesa se inicia como
imaginero en 1615 con una escultura de San José con el Niño, obra
concertada con fray Alonso de la Concepción para realizar en blanco -sin
estofar ni encarnar-, pues su policromía corresponde a una actuación posterior
del siglo XVIII, para la Iglesia de Santa María la Blanca.
Después de algunas obras menores comienza y se consolida su etapa más
importante como gran imaginero, que va de 1618 a 1623.
Durante todo ese tiempo hace el Cristo
del amor, el de los estudiantes, el gran poder, nazareno de la rambla, de
osuna, el Cristo de Vergara, la virgen de la Piedad de Córdoba o incluso un
crucificado para Lima (Perú).
Es por lo tanto un autor muy
prolífico pero olvidado hasta el siglo XX. Este olvido es un autentico
misterio, porque tenemos que recordar que fue un autor que triunfo en su
momento, contratándolo no solamente hermandades sino también importantes
congregaciones como la de los Mercedarios o la de los Jesuitas. Por lo tanto
podemos decir que Juan de Mesa tiene un mecenazgo bastante importante.
Pero las razones de su posible
olvido pueden ser su temprana muerte en 1627 de tuberculosis y también que
tiene un maestro que eclipsaría todas sus obras ya que desde esa época todas
las demás obras de imaginería barroca que se hacen en España copian el estilo
de Montañés, por lo tanto tenemos que esperar hasta 1927 cuando se abre el
archivo de Protocolo de Sevilla y se empiezan a descubrir documentos.
Cuando Mesa abandona el taller de
Montañés lo primero que hace es el Cristo del Amor de 1618. Un Cristo con una
personalidad tremenda en cuyo contrato el Cristo había de ser tallado en madera
de cedro y de roble la cruz, también decía que el maestro se comprometía a
realizarlo personalmente y que si a su entrega la hermandad no estuviese
conforme podría demandarlo. Por lo tanto comprobamos de Mesa que él tiene un
sentido de la perfección absoluto diciendo no levantare mi mano de la pieza mientras lo esté trabajando y al
mismo tiempo tiene el sentido de la humildad de decirle a la hermandad si no os
gusta me lo devolvéis o incluso me podéis llevar a la cárcel.
El Cristo es duro, corpulento,
con una nariz aguileña que está muerto y sus ojos se clavan al suelo.
Este primer Cristo es un golpe de
efecto ya que es la primera obra que realiza fuera del taller de Montañés. Se
rompe con lo que se tiene y es algo valiente.
La cabellera del Cristo del Amor
tiene una profundidad en el golpe de gubia absolutamente espectacular que no se
da en ningún otra imagen de Juan de Mesa.
El siguiente Cristo que realiza
es el Cristo de la Buena Muerte que hoy en día es el titular de la Hermandad de
los Estudiantes.
No tiene nada que ver un Cristo
con otro pero tienen muchas diferencias.
Primero es un Cristo que se hace
para un oratorio, mientras que el Cristo del amor es un Cristo rectilíneo, muy
largo con los brazos caídos que si le quitásemos los clavos se nos abalanzaría
a nosotros abrazándonos ya que es un Cristo hecho para un retablo.
Como el de la Buena Muerte es
para un oratorio es más pequeño, lo tenemos más cerca, teniendo una línea de
cadera totalmente libre, con un paño de pureza de amplios pliegues. Es un Cristo
que se hace para reflexionar por eso tiene que estar suave y dulcemente
dormido.
Este Cristo es un encargo de los
Jesuitas, comprendiendo con este crucificado la imaginería posterior al
Concilio de Trento. Los jesuitas intentan conseguir imágenes que nos muevan a
la contemplación, siendo San Ignacio de Loyola el primero que nos dice que
tenemos que hacer ejercicios espirituales delante de las imágenes.
Es decir el Cristo del amor se
hace para procesionar y este no
Otra imagen es el Cristo de la Conversión
que produce un giro de 180 grados. Es un
Cristo vivo, consiguiendo crear un movimiento y esta obra tiene su continuación
en el Cristo de Vergara que está en Euskadi. Se le considera a esta imagen como
el Gran Poder crucificado.
Y en 1621 nace el Gran Poder. En
este momento es consciente Juan de Mesa de lo que ha hecho. Pues evidentemente
no pero es muy difícil tallar una imagen de esa profundidad sin tener muy claro
lo que estaba haciendo, pero él quería transmitir al mundo que el que viera
esta imagen tiene el poder absoluto para modificar tu vida y tu redención y eso
se demuestra en la zancada, en la forma del cuello, en la forma de caer la
cabeza ya que es una cabeza desproporcionada, su zancada es imposible, está
comprobado científicamente que esa zancada con el peso de la cruz produciría
caídas constantes.
Es un nazareno que produce una
autentica revolución en la ciudad hispalense y esto hace que la ciudad
cordobesa de La Rambla le encarguen una imagen parecida a esta que se considera
el Hermano del Gran Poder.
Por lo tanto podemos considerar a
este autor como el IMAGINERO DEL DOLOR
Otras obras atribuidas es la
virgen del Valle
Sus imágenes de santos, como el
San Juan procedente de la Cartuja
de las Cuevas (1624) o el San
Ramón de los Mercedarios de Señor San José (1626), ambos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla,
mantienen personales características a lo largo de su carrera. Y ello a pesar
de que ésta no se produce mediante un recorrido lineal y uniforme, sino
dividido en ciclos de febril actividad, separado por periodos de silencio. Algunos atribuyen las fases de inactividad a crisis repetidas de
una enfermedad crónica que le atenazó hasta desembocar en una muerte
relativamente temprana.
El realismo es la otra gran
aportación de la estética de Juan de Mesa. El padre Ceballos lo ha destacado
con agudeza al comentar las figuras de los santos jesuitas Diego Kisai, Juan de
Goto y Pablo Miki, procedentes de
la Casa Profesa. Realizadas en 1627 para celebrar la beatificación de
estos mártires japoneses, Mesa se inspiró en personas reales, consiguiendo tres
espléndidos retratos, especialmente el del último.
No hay comentarios:
Publicar un comentario