La virgen en la iglesia de las dominicas, con las monjas de clausura al fondo Foto: GACETA
Leal al programa establecido por la Junta Directiva de la cofradía, la Virgen de Peñarroya continuó ayer tarde su viaje por distintos enclaves de La Solana. Desafiando una tarde amenazante en lo climatológico, el cochecillo partió llevado a hombros desde la ermita del Cristo del Amor, donde había hecho noche, rumbo al Centro de Atención a Discapacitados Gravemente Afectados, CADIG “El Pilar”. Más de un kilómetro de recorrido para llegar al primer destino sin un sentido puramente religioso. Se trataba de visitar a los usuarios del CADIG, personas con discapacidad psíquica profunda que tuvieron la ocasión de ver a la Patrona en su propio terreno. Allí se procedió al rezo del rosario.
Minutos después, el cochecillo volvió a ser remolcado por los hombros de los fieles con destino al convento de las monjas dominicas. Nuevo itinerario largo, y esta vez con pendiente de subida. Por el camino, la imagen fue jaleada y recibió los “vivas” de mucha gente a lo largo y ancho de su trayecto.
Pasadas las 7,15 de la tarde, llegó al centenario monasterio de San José, donde habitan las madres dominicas de clausura desde hace más de 420 años. El cochecillo pasó primero frente al coro, donde las monjas residentes pudieron ver de cerca el rostro de la virgen. A continuación, fue situada a los pies del altar mayor para iniciar la eucaristía, oficiada por el párroco de Santa Catalina, Benjamín Rey, ante una iglesia repleta de fieles.
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